Crónica de un día estupendo, compartiendo eucaristía, paseo, comida y juegos, en un ambiente familiar y cercano.
La mañana del 13 de octubre amaneció más veraniega que otoñal. ¿Presagio o síntoma de un buen día que estaba por llegar? A las 10:00 nos juntamos en el Colegio varias familias.
La grata sorpresa fue que aparecieron caras nuevas, familias que se animaron a compartir el día con los habituales de esta actividad. Entre unos y otros, desbordaron las previsiones de Fran, el celebrante, que casi tiene que obrar algún “milagro” para repartir la comunión.
Terminada la eucaristía, nos dirigimos a Unciti. Aparcamos en su mítica plaza, más por su nombre (Plaza de Miguel Indurain) que por su majestuosidad y cogimos fuerzas a modo de pequeño almuerzo antes de empezar la marcha.
Al poco de echar a andar, el pelotón se fraccionó en varios grupos. No por culpa de los abanicos ni del viento, que soplaba con fuerza, sino porque los pequeños de Primaria tiraban con fuerza en cabeza, algunos padres intentaban seguirles de cerca y otros hacían la goma entre la cabeza y la cola del pelotón, que lo cerraban las silletas.
Una vez coronado el pequeño mogote, se apreciaban unas bonitas vistas de los Pirineo y de la Higa de Monreal. A partir de ahí, bajada hasta el pueblo y reencuentro en la plaza.
Era hora de comer y beber. La cerveza fría que albergaba la nevera de una de las familias hizo las delicias de los presentes.
Cada familia recurrió a los víveres que traía de casa. Tortillas, macarrones, pimientos… para todos los gustos. Un buen vino sin etiquetar, por aquello de los derechos de imagen, café y los tradicionales postres para compartir.
Como colofón, partido de futbol de padres contra hijos, que derivó en equipos mezclados y empate técnico.
A media tarde, cada cual se fue para casa, con un bonito recuerdo y esperando la próxima salida.
¡Os esperamos!